Debido a su enclave en el S.E. de la península ibérica, la mayor parte del municipio se corresponde con un clima semiárido y árido, de ámbito mediterráneo que se caracteriza por la escasez de precipitaciones. Las lluvias medias anuales son de 297 mm, registrándose dos épocas lluviosas: una, la más importante, en otoño; la otra, en la primavera. La sequía veraniega es casi total, las temperaturas son bastante altas. La media anual es de 19ºC, una de las más elevadas de la provincia de Murcia. La oscilación térmica es moderada, del orden de los 15ºC. La escasa altitud de Abanilla (222m sobre el nivel del mar) y la relativa cercanía del Mediterráneo, justifican estos valores, además hay que señalar que el riesgo de heladas es muy bajo.
Temperatura media anual: 18,3 ºC
Precipitaciones total anual: 247,6 litros/m2
Fuente: Anuario estadístico de la Región de Murcia 2003
Un gran colector drena las tierras de Abanilla, es el río Chícamo que recoge las aguas de diferentes cañadas provenientes de las vecinas sierras. Este sistema hídrico tiene el carácter torrencial característico de las ramblas mediterráneas.
Vista de río Chícamo desde la pedanía de Sahués
Por último hay que señalar la existencia de importantes manantiales o fuentes, sobre todo en la parte más septentrional como la Fuente del Algarrobo y la Fuente de la Higuera.
Fuente del Algarrobo
El territorio municipal ofrece una serie de sierras con sensible orientación SO-NE (Quibas, Barinas, del Cantón y Abanilla) separadas por depresiones de diversa amplitud colmadas de materiales blandos. La coexistencia de rocas de diferente naturaleza y resistencia a la acción de la erosión, ha originado una peculiar morfología. Resalta el acentuado contraste entre los sectores más o menos llanos, ocupados por tierras de labor unas veces, por ramblas y barrancos otras, y las descarnadas y pétreas sierras casi completamente desprovistas de vegetación. En medio del secano que ocupa la casi totalidad del territorio municipal, se alza la lozanía de la pintoresca huerta de Abanilla. Sin embargo, es la aridez la que da carácter al paisaje.
Vista de la huerta de Abanilla